Tirando del hilo se saca el ovillo
Un relato
Se cuenta que, en no sé qué país y en no sé qué época, había un anacoreta cuya única actividad consistía en meditar y meditar sin preocuparse de nada, puesto que, cerca de la cueva, vivía una mujer que le procuraba el abrigo, la alimentación y cuanto el hombre necesitaba.
Pasados unos años la buena mujer empezó a preguntarse si lo que hacia el asceta servía de algo. Así que, ni corta ni perezosa, decidió ponerle a prueba. Y para ello, qué cosa mejor, habló con la muchacha mas guapa del pueblo, era toda una tentación.
Aleccionada la muchacha, provocadora a mas no poder, subió a la cueva. Allí, haciendo demostración de sus encantos, empezó a hacer arrumacos al anciano. Éste comenzó a ponerse rojo de ira y, con los ojos inyectados en sangre, cogió un palo y comenzó a golpear e insultar a la muchacha echándola de la cueva. Hecho esto, resoplando, se sentó y, tratando de recuperar la respiración, se puso a meditar de nuevo, mirando las musarañas.
Enterada la mujer de lo sucedido se indignó en grado sumo. “Pero bueno, después de tantos años meditando, sin preocuparse de nada, alimentado y vestido, dándoselas de santo, ¿no ha sido capaz de mostrar la más mínima comprensión? Cierto es que no debía sucumbir a la tentación, pero un poco de compasión podía haber mostrado, tantos años de oración y contemplación no le han servido de nada”.
Y aquí acaba el relato. Que cada cual saque sus conclusiones.
¿Quién dijo miedo? A pensar que es cosa muy sana