En 1965 el Q. H. Salvador Allende solicitó su plancha de quite a la Respetable Logia Hiram 65 de la Gran Logia de Chile, de la que formaba parte. La Logia rechazó su petición por compartir el contenido de sus planteamientos sobre el futuro de la Orden. Cuando nuestro Querido Hermano fallecido en 1973 en el Palacio de la Moneda era un maestro masón activo. Hoy te traemos un extracto del texto, conocido como Carta a la Masonería. Su contenido íntegro lo podrás encontrar fácilmente en Internet.
«La Orden masónica es una institución perfecta»
Salvador Allende
Desde un punto de vista genuinamente teórico, la Orden masónica es una institución perfecta. Esencialmente aspira a una meta que carece de ubicación determinada en el tiempo y que por lo mismo, representa un incentivo permanente del más alto nivel: la superación del hombre en sí.
Los métodos que sustenta para promover semejante proceso son inobjetables por su contenido y significación. En efecto, su sistema de gradación iniciática, sinónimo de esfuerzo, disciplina y constancia no puede merecer el más leve reparo.
Su lenguaje simbólico, más allá de la belleza que encierra en sí, ofrece la enorme ventaja de que las imágenes, que superan el frío significado preciso de los términos, ponen en vibración sugestiva y creadora todos los resortes de la imaginación interpretativa y de los sentimientos.
Y el Ritual, en íntimo contacto con los símbolos, plantea fórmulas expresionales y hasta organizativas que ennoblecen la convivencia.
La Orden, en sus aspiraciones de fondo, podría mirarse quizás como las más acabada expresión de humanismo, ya que no incurre en dogmas -sinónimo de drama histórico- que singularizan las religiones. En su aspecto formal, la Orden también reconoce principios de una vigencia indiscutible: genuina democracia; una indispensable jerarquización funcional de valores y una precisión nítida de las delimitaciones entre los diversos órganos de su estructura. Obviamente, dentro de los Talleres se crea, así, una realidad que debería hacer de cada Hermano un hombre libre, de buenas costumbres, apto para cultivar la igualdad, la fraternidad, la tolerancia y, en suma, un ciudadano auténtico de la libertad integral.
En la sociedad masónica y en el pueblo masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de estructura de la comunidad. No sólo ya en su carácter nacional, sino en la esfera universal.
En la sociedad masónica y en el pueblo masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de estructura de la comunidad. No sólo ya en su carácter nacional, sino en la esfera universal.