A machacarse que es cosa muy sana. Los griegos, entendían la educación o, si se prefiere, formación, en ese mundo que constituía la “polis” no solo como un proceso en que se transmitían unos valores sino también un hacer, una puesta en practica de esos valores que posibilitaran a cada individuo el ser una persona apta para la convivencia y desarrollo de su comunidad.
Es cierto que en ese mundo heleno esto estaba circunscrito a una clase social determinada dentro de la estructura que suponía la Polis.
Pero partamos de esta idea y tratemos de plasmarla, generalizándola, en la sociedad actual.
En el mundo en que vivimos la formación cívica, tal como ha quedado plasmada en el párrafo anterior, ¿demanda un imperativo de reforma? Mi opinión es que sí.
Cierto es que tal imperativo no podría establecerse por la fuerza; posiblemente tengan razón los que alegan que, cumplidas las leyes, la esfera privada del ciudadano esta sujeta a su única y exclusiva elección, a sus preferencias.
Pero, no menos cierto es que, en una sociedad secularizada como la nuestra, el uso, digamos, virtuoso de su libertad es el único modo de consolidar la democracia en la que estamos insertos; y por eso, esa democracia, se carga de legitimidad para determinar esa reforma de la formación en valores éticos.
Y en esto no caben las parcelaciones, la “Virtud”, entre comillas y con mayúscula, tiene que extenderse a todas las caras de la existencia, a todas las etapas de la vida. Mi vienen a la memoria esas alusiones, utilizadas en el Código Civil o en el mercantil al buen padre de familia o al ordenado comerciante.
Bueno, planteado está. Tirando del hilo se saca el ovillo. Recordar, pensar es una cosa muy sana. Que os sea leve