Frutos de la pandemia. Da “pa to”. A machacarse que es cosa muy sana.
En la cultura occidental, los poemas de Homero son los primeros documentos literarios en los que puede atisbarse una cierta pretensión educativa, o si se prefiere didáctica, sobre palabras y conceptos como la justicia, el bien o el mal.
Si damos validez al aserto anterior, tendremos que reconocer que en ellos late, al menos, una pretensión ética. Una ética que surge de las obras y del hacer de unos hombres, de unos héroes, y no de la reflexión que interpreta esas obras y ese hacer. ¿Ética basada en modelos y no en valores?
Ambos poemas, la Ilíada y la Odisea se complementan. Cada una contemplan un escenario diferente. En la Ilíada los héroes se encuentran en un escenario limitado, frente a Troya, y en permanente combate. En la Odisea, el escenario se amplía, un viaje y dos viajeros, cada uno por su lado, Ulises y Telémaco, y una meta Ítaca.
En común, un lenguaje, por boca de los héroes, que propone una modificación en la conducta de los hombres y levantar, sobre ella, modelos nuevos de sociabilidad.
¿Me extralimito en esta interpretación? Quizás, pero a través de la palabra, y en Alcinoo encontramos un ejemplo, se muestra la experiencia, se evoca el pasado y se construye el presente al tiempo que proyecta el futuro. Los héroes hablan, se comunican, y en ese hablar se funda y se propone la racionalidad. El comportamiento individual se transforma en social a través de unos modelos.
Y en estos modelos homéricos, ¿podemos atisbar la resonancia de esas palabras que son el fundamento de toda reflexión ética? El mal, el bien, la justicia, la obligación, la responsabilidad…
Y para poner la guinda, en estos tiempos que vivimos, ¿los modelos que tenemos ante las narices cumplirían con las exigencias de esos modelos homéricos?
Ahí queda, a machacarse, que son dos días